1. Reviso mi e-mail. Encuentro, aparentemente, lo de siempre. La versión digital del periódico El Universal. Alguno que otro de papá, probablemente hablando sobre alguna enfermedad que no me atacará hasta los 54. Uno de una tienda de ropa online en donde he comprado infinidad de veces. Pero hay otro que no logro identificar al principio. Hasta que leo un nombre conocido y sonrío. Avisa que viene de visita. Suena el timbre de casa, yo no abro la puerta. Tocan la puerta de mi habitación. Me tapo con mi cobija y abro. Lo veo. La primera reacción de sorpresa me hace tenderme en mi cama, esperando que él entienda que debe entrar allí conmigo. De alguna manera, lo entiende. Se hunde conmigo debajo de mantas que ya ha visto. Hablamos de todas las cosas de las que hablábamos siempre que yo he estado allí. Como siempre supusimos, no dejamos de reír. Le digo que lo he extrañado. Lo tengo conmigo.
2. Me levanto la mañana de mi vuelo a Lima. LAN despega. Yo no dejo de mover las piernas. La señora que está 2 asientos más allá, no es nada más ni nada menos, que su mamá. Por alguna razón lo sé. Qué hace en un vuelo desde Caracas. Sé que será de noche cuando pise el aeropuerto. Sólo buscaré mi equipaje. También sé que sólo estará esperándonos el tipo que contratamos desde Caracas para que nos lleve al hotel. Igual, no dejo de pensar. No lo veo. No lo veo nunca. Vuelo a Buenos Aires. Lo veo desde la ventanilla del avión. Se equivocó. Buscó a su mamá el día equivocado.
3. Es de tarde, vengo de caminar por la ciudad. Llego a casa. Mi llave no falla esta vez. Le veo preparar la comida (probablemente es arroz con pollo, lo único que había aprendido a cocinar). Sonrío (aunque él sabe que el arroz con pollo no me gusta). Mejor pedimos sopa wontón delivery. Ríe aunque duela. Sé que la sopa es irresistible para él. Pasamos el resto de la tarde en el sofá. Vemos una película de acción en mute y hacemos los diálogos. Todos parecen estar enamorados aunque anden con metralletas y haciendo saltos mortales por la vida.
4. Aquella frase que me dijo se vuelve realidad. Se aprieta contra mí y recita: Amor, mira lo que hiciste. Yo ni siquiera puedo verlo, pero al tacto su cabello es totalmente reconocible. Su estatura es, simplemente, la perfecta para que apoye su mentón en mi hombro sin mayor dificultad. Yo olería a parchita/maracuyá. La felicidad, es lo único en lo que puedo pensar ahora.
2. Me levanto la mañana de mi vuelo a Lima. LAN despega. Yo no dejo de mover las piernas. La señora que está 2 asientos más allá, no es nada más ni nada menos, que su mamá. Por alguna razón lo sé. Qué hace en un vuelo desde Caracas. Sé que será de noche cuando pise el aeropuerto. Sólo buscaré mi equipaje. También sé que sólo estará esperándonos el tipo que contratamos desde Caracas para que nos lleve al hotel. Igual, no dejo de pensar. No lo veo. No lo veo nunca. Vuelo a Buenos Aires. Lo veo desde la ventanilla del avión. Se equivocó. Buscó a su mamá el día equivocado.
3. Es de tarde, vengo de caminar por la ciudad. Llego a casa. Mi llave no falla esta vez. Le veo preparar la comida (probablemente es arroz con pollo, lo único que había aprendido a cocinar). Sonrío (aunque él sabe que el arroz con pollo no me gusta). Mejor pedimos sopa wontón delivery. Ríe aunque duela. Sé que la sopa es irresistible para él. Pasamos el resto de la tarde en el sofá. Vemos una película de acción en mute y hacemos los diálogos. Todos parecen estar enamorados aunque anden con metralletas y haciendo saltos mortales por la vida.
4. Aquella frase que me dijo se vuelve realidad. Se aprieta contra mí y recita: Amor, mira lo que hiciste. Yo ni siquiera puedo verlo, pero al tacto su cabello es totalmente reconocible. Su estatura es, simplemente, la perfecta para que apoye su mentón en mi hombro sin mayor dificultad. Yo olería a parchita/maracuyá. La felicidad, es lo único en lo que puedo pensar ahora.
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