5.6.13

soñé que me escapaba. llegaba a parís, había huido de todos en caracas.
tenía un maletín de cuero marrón. lo había encontrado en una venta de garaje, le había guindado unas máscaras de diablos danzantes, estaban dentro algunas de mis pertenencias escogidas torpemente (mamá siempre se ha quejado de que no sé armar equipaje), algunos libros que no me había terminado y otros a los que no querría dejar nunca, un par de botas, unas havaianas verdes, mis audífonos, unos vestidos  y muchas horquillas (sin las que no podría vivir)
tras algunas jodas de los guardias por lo que ellos llamaban "peculiar equipaje", me dejaron pasar. de ahí el el sueño se fue directo a parís (alguien que sueñe con las 9 horas de vuelo debe revisarse), a una habitación pequeña, como todo en parís, en un hotel tranquilo del boulevard voltaire. me sentía cómoda allí. ya había arreglado mis cosas en una pequeña peinadora que estaba del lado derecho de la cama matrimonial, cuando con un vestido rojo salí a caminar, a comprar algo para el desayuno. me encontré con un chico que llevaba unos pantalones marrones y una franela a rayas. me burlé de él, le dije que lo que tenía no le combinaba. él entendió el español. me contó que había nacido en sevilla, que ahora toda su familia vivía en parís, pero que lamentablemente todos habían olvidado su primer idioma.
estuvimos caminando toda la tarde por la ciudad. me llevó a esa librería a la que, en las veces que he estado en parís, no había querido entrar. esa que está justo cruzando el puente que te lleva de notre dame al barrio latino. la verdad es que de especial no tiene nada, recién lo descubrí anoche en el sueño.
luego de tomar algunas cervezas (sí tomamos cervezas en parís), cenamos y caminó conmigo al hotel, en donde lo invité a subir, pero tomamos algunas de mis cosas y nos fuimos corriendo a su casa.
vivía con su mamá, hermano, tíos, unos primos y 5 perros. era un apartamento diminuto y estuvimos ahí hasta el día siguiente, cuando sacamos a pasear a los perros a la fête de la musique. regresamos con los perros y fui a buscar mi bici a un depósito del edificio, no sin antes pasar por una tienda de tatuajes, en donde simbólicamente recibí una llamada de venezuela. era mi mamá desesperada pidiéndome que no me tatuara más. no me pedía que regresara, me pedía que no me hiciera más tatuajes. ella ni siquiera sabía dónde estaba yo.
así fue como decidí no regresar más. venezuela había sido una experiencia para mí, en algunos años muy buena, pero en los últimos eran sentimientos inservibles seguido de malas mañas y sensaciones de locura.
subí a un autobús que me llevó por calles extrañas, iba persiguiendo al chico, que se empeñaba en ir 10 pasos frente a mí, pero siempre se volvía a chequear que yo estuviera bien. le dije que lo que hacía era absurdo e innecesario, que no quería estar más detrás de él y me desperté. todavía con la sensación de que al fin iba a pasar una fête de la musique en francia.

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esto, pues no es sólo mío. podría serlo, de hecho, lo es. pero decido compartirlo.