Ya hace algún tiempo que escribí la última entrada. En ese momento estaba pasando por mi primer mes de tratamiento. Me había obsesionado con la idea de escribir y lo hacía en cada espacio que tuviera. Sigue siendo una idea que ronda mi cabeza, pero de nuevo me encuentro con que no soy tan firme ni tan disciplinada como debería ser.

Las cosas en casa han tenido picos. Nadie dijo que una pastilla cambia la vida, pero poco a poco me encuentro más cerca de lo que deseo ser por el resto de la mía.

Sin embargo hay mucho a lo que le sigo dando vueltas. Para mí una de las cosas más fuertes es el miedo, el que paraliza. Cuando comencé con todo esto descubrí en mí un miedo terrible a crecer, a la independencia (de la que siempre he sido absoluta defensora y practico en mi vida personal, pero no en el ámbito económico). En mis momentos de mayor lucidez me encuentro dándole vueltas a las razones, por qué me daría miedo crecer, por qué le temo a comprometerme con una pareja, o de corazón con mi propia vida.
Durante mucho tiempo pensé que mi ex-novio era el problema de nuestra relación, pero yo no hacía más que poner en él las dudas que yo tenía respecto al compromiso que era estar con alguien 11 años mayor que yo. Resulta que poco tiempo después de que termináramos, él se casó. Él quería que eso pasara, en cambio ahora me doy cuenta de que por más que tratara de balbucearlo, yo no.

Evidentemente no puedo culparme totalmente de las razones en las rupturas de mis relaciones, pero ahora que han pasado los años, puedo ver que esas cosas que ya luego se me hacían insoportables, yo misma las había comenzado e incluso en las relaciones más pasajeras, mi discurso ha sido el poco atractivo "no estoy segura de que esto sea lo que quiero en mi vida". Pero la respuesta en muchos de estos casos (y no voy a decir que todos porque de verdad que algunos no son lo que quiero en mi vida) es el mismo terror a que me hurten lo que yo ni siquiera sé si soy, a apegarme tanto que termine con el corazón estropeado o el de acercarme tanto a la vida que quiero en el campo, con el marido que haga el café en la mañana y a quien prepararle el desayuno y ver el fútbol juntos.

Siempre siento que estoy en otra canción. Siempre pienso que mi presente es pasajero. Me olvido de construir futuro.