Le decía a Francis que me ha tomado años acostumbrarme a estar sola. A que la soledad no sea algo en extremo doloroso. Hasta que al fin lo soporté, que vi venir personas queriendo interferir con lo que yo y mi otro yo teníamos y no podía mantenerlos cerca por el sólo pensar que ya no estaría más sola.

Es una mala costumbre, debo decir. Me harto rápido de todo. Creo, además, que es un tema de hedonismo. Es mucho más fácil tenerme y complacerme sólo a mí. Es complicado tener gente cerca, nadie se conforma con lo que el otro es y siempre hay que hacer cosas por agradar o mantenerse a salvo o a la raya de una situación incómoda.

Pero todo comenzó en el mismo lugar donde comienzan todas las malas costumbres, el pequeño placer, que luego se incrementa. Es adictivo no preguntar ¿qué quieres hacer? ¿qué quieres comer? ¿podemos hacer tal? con tan sólo pararse y hacerlo, o no hacerlo, basta.

Hasta hace unos años, siempre que pensaba en el futuro, me veía en pareja, en mis planes incluía una pareja. Ahora, casi siempre, me pienso como la vieja loca del pueblo, la que siembra los vegetales en la casa "shabby chic" al otro lado de la montaña, al que sólo llegan ella y sus perros.

Francis dice que no he dormido bien estos días porque mi cuerpo se está acostumbrando a lo nuevo o diciéndome que es algo que no quiere. Yo creo que mi cuerpo no lo quiere. Los procesos de adaptación a los que me he sometido han creado algo muy extraño. No soy capaz de cosas a medias, no las entiendo. No entiendo los comienzos. Lo quiero todo aquí y ahora o nada.

Yo no diría que tengo una conclusión sobre absolutamente nada de esto. A mí sólo me dijeron que escribiera cuando estuviese confundida y hola, aquí estoy.